Tal día
como hoy, ahora que tengo más tiempo para reflexionar, detener algunas
situaciones de la vida que pasan a través de mis ojos, y que antes se daban por
desapercibida por el trajín acostumbrado del día a día, he querido jugar
Beisbol callejero.
Si, quizás
algunos de mis amigos se sorprenderá, en mi vida he querido hacer algo
parecido, recuerdo mi intento más que fallido pero muy gracioso en un encuentro
deportivo organizado por la empresa para la que trabajaba... ¡qué way!
Al grano,
Jugar Beisbol callejero, entiéndase en la calle con los chamos con los vecinos
del lugar donde ahora mismo sirve de hogar para mí.
Me
resulta entonces muy interesante, más que por jugar y mostrar mis habilidades,
para crear un acercamiento que me permita conocer la realidad de aquel joven,
al que desde lejos y con mucha predisposición me permito hacer juicios -
calificaciones, y que desde la rejas que separan nuestras humanidades, pensar y
crear toda una laboral pastoral que va más ligada a la imaginación y a la ganas
que a la voluntad y la realidad.
Pensando
con serenidad la situación, y observando con lupa y detenidamente la situación,
me surge una necesidad y reflexiono al respecto; Como bien le entendí a un
hermano de comunidad: Ya no estamos para hablarle a las personas, ahora estamos
para escucharles.
Nuestros
hermanos, ellos, los de la calle a los que calificamos y enjuiciamos en algunas
oportunidades, nos exigen ser escuchados, observar su realidad y unirnos a
ellas, siento que así se saborea la dulzura del bien.
Definitivamente
a mi juicio como iglesia debemos encaminarnos a esta escucha atenta del otro,
comenzar a pasar de la retórica a la praxis, utilizar realmente ese legado
dejado por tantos que incluso han dado la vida por la construcción de lo que hoy
probablemente estamos destruyendo por nuestra cobardía de enfrentarnos con
nuestras realidades inmediatas.
Por eso,
insisto quiero Jugar al beisbol y escucharlos... he allí donde sabré realmente
que necesita en que le puedo servir. Allí es donde me quiere
Dios.
Viva Dios en la tierra.
Viva Dios en ella, por estar vivo en ti.
Viva Dios en ti, por estar en tu corazón.
Si Dios vive en ti, vivirá en el mundo.
Porque tú, viviendo en el mundo, harás que la gente vea el rostro de Jesucristo, Dios.
Viva Dios - Montserrat Bellido Durán
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