Hablando de
los sacramentos (ritos) de los que dispone la Iglesia católica, ojalá fueran
estos principios fundamentales de todos los seres humanos en especial de
nosotros los venezolanos, porque cada uno de ellos no solo aportan un carácter
espiritual e indivisible que nos apremian en reino de Dios al que todas la religiones
de este mundo apuestan según sus formas y medios de seguirle, sino que, más
bien y en lo que se centrará este corto artículo es en beneficio personal y
comunitario del que nos hacemos merecedores.
Surge este
comentario después de reflexionar en torno al sacramento del Bautismo con el
que la iglesia no gana adeptos como para ser una iglesia o una institución
meramente proselitista (algo de esto tendrá cuando algunas miembros de ella
manejan este tipo de comportamientos) si no una institución de pocos cristianos
que asumen un compromiso con lo más sensible de la iglesia, precisamente sus
sacramentos (dijera Mons. Jesús Gonzales de Zarate, en torno a su visita
pastoral a la Parroquia nuestra Sra. de lo dolores) y que apreciamos en el
entorno de la obra en la que cada uno de sus miembros va desempeñando con
convicción y fe.
Resulta para mí
como bautizado de la Iglesia Católica que yace su obispo como máxima autoridad
en Roma, la necesidad de comentar algo que en la fe natural de las personas
resulta entendible, pero que lo evidente
y aparente como todo no es tan entendible por muchos y es precisamente lo útil,
justo y real de los sacramentos para el desarrollo del llamado a la humanidad
primero de todas las personas indistintamente de sus credo religioso, porque si
en algo llegamos de acuerdo todos los seres humanos es que fuimos creados para
hacer el bien, y no para hacer el mal.
Partiendo de
esta premisa en la que creo que muchos estarán de acuerdo conmigo, me sumerjo
en ese “poco entendido” sentido útil, justo y real aporte de los sacramentos al hombre
corriente, que nace, crece, se profesionaliza y desarrolla en este mundo, y
esto lo podemos ver de forma explícita en la diferencia entre un hombre ha sido
formado con alguna corta educación en la
fe y otro que no.
Quiero destacar
y puntualizar mi punto en el hecho de que, la educación civil sí que nos
prepara para enfrentarnos a la vida del hombre de éxitos que urge en la
sociedad, por esta razón no es de extrañar que los comportamientos modernos
apuesten más bien por un hombre más eficiente y eficaz, más rápido en el quehacer
diario y la necesidad de cubrir momentos, situaciones en contextos que
robotizan nuestras emociones, dejando de lado toda tolerancia, empatía,
momentos de acuerdos, la dignidad propia y la el respeto al otro. Y esto no
resulta del desarrollo educativo, porque en definitiva no corresponde este su
objetivo más próximo, porque la educación en principios (desde el punto de
vista educativo institucional) son las
simples normas morales y éticas que filosóficamente resultan distintas a los principios y valores que tienen una carga
religiosa.
Si, porque
cuando hablamos de valores y principios Cristianos resulta otra cosa muy
diferente, por el simple hecho, por la
pequeña diferencia de que para los cristianos el objetivo no es hacer hombres y
mujeres que viven que construyen una sociedad como núcleo fundamental. NO SOLO
ESO, la iglesia nos enseña que su educación tiene como objetivo inmediato la
salvación de las almas, definitivamente algo trascendente que inquiere el punto
más alto de la felicidad humana; partiendo de esto en modo de vivir del educado
en la fe, que tiene ese objetivo modularía su comportamiento para con el mundo
que le rodea haciendo de este no solo un hombre eficaz y eficiente sino más
bien muy cercano al ser humando, muy cerca a la dinámica del amor, y he aquí
una de las características principales de la persona humana: capaz de entrar y
vivir en la “dinámica del amor”
Los
sacramentos de la vivencia de la fe en esta dinámica, Dijo: Martin Luther King:
-“Si ayudé a una sola persona a tener esperanza no habré vivido en vano”
esto señores es la dinámica del amor, vivir con la recta y sola intención de
hacer algo por el otro de amarnos como cristianos convencidos y educados, si
esto fuere así convencido estoy de que muchos desordenes sociales, como las
guerras, la pobreza, la aniquilación de la verdad en primacía de falsedad, la
corrupción, la violencia, la inseguridad, la intolerancia y el odio, serían más
escasos que la comida en los anaqueles de los supermercados de nuestro país.
Esto nos enseña la iglesia con los
sacramentos, cuando nos exigen por ejemplo un seguimiento constante en la
preparación del mismo para todo el resto de nuestra vida.