viernes, 10 de junio de 2016

“La situación de Venezuela es terrible”

No puedo no sentirme afectado, conmovido e influenciado  por esta brevísima síntesis de la realizada Venezolana,



Del Padre Prior Regional.

Fr. Ángel Villasmil OP dirige carta a dominicos de América Latina y el CaribeLa situación actual de Venezuela
 
A los dominicos de la Provincia de Nuestra Señora del Rosario
A los dominicos de América Latina y el Caribe
Fr. Angel Villasmil 
                                   Prior Regional
La situación de Venezuela es terrible.  Al momento de comenzar a escribir estas líneas viene a mi memoria la célebre autobiografía del escritor cubano Reinaldo Arenas.  Cuando uno lee Antes que anochezca tiene la sensación de ser trasladado de inmediato a lo que fueron los comienzos terribles de la revolución cubana.  Reinaldo Arenas no era el intelectual que desde la serena placidez de su despacho o desde un café parisino, alababa las “bondades” de la revolución castrista.  Reinaldo Arenas era primero el perseguido que se escondió en el Parque Lenin, que vivió el horror de la cárcel de El Morro y el fugado que, aún en la cola para abordar el “Mariel”, cambió su apellido “Arenas” por “Arinas”, y así burlar la vigilancia del régimen castrista.
Se podría decir que tres son los factores que caracterizan la terrible situación que vive Venezuela: la inflación, la escasez y la inseguridad.  Hoy en día Venezuela es el país que quizá tiene los índices más elevados de inflación, no solo en el continente, sino en el mundo. No es extraño que así sea en un país que fue víctima de la destrucción sistemática de su aparato productivo, a través de las expropiaciones de que fueron víctimas numerosas empresas privadas y la asfixia operada por un control cambiario que sirvió para que muchos de los más altos representantes del gobierno hicieran negocios que redundaran en pingües ganancias para ellos.  No hace mucho los “Papeles de Panamá”, por ejemplo, sacaron a la luz las cuantiosas sumas de dinero que poseían uno de los guardaespaldas del difunto Hugo Chávez y la enfermera que lo asistió en momentos puntuales de su proceso de enfermedad.
Lo más escandaloso de todo es que hoy no contamos con cifras oficiales que nos permitan saber los niveles de inflación.  Hace mucho tiempo que en Venezuela no manejamos cifras oficiales reales, porque el chavismo da mucho más importancia a la noticia sobre la realidad que a la realidad misma.  Esto no causa extrañeza alguna cuando se capta que en regímenes de la naturaleza del chavismo, la propaganda tiene una importancia de primera mano.  Es imposible conocer el alcance de la realidad cuando lo que circula no es información, sino propaganda.  Y el chavismo, desde el primer momento, se aseguró la posibilidad de una hegemonía comunicacional de tal magnitud, que el periodismo y la libertad de prensa son dimensiones que nos han sido conculcadas de manera sistemática. La propaganda chavista ha sido y sigue siendo una de las más agresivas.
Sin embargo, los índices de inflación, aunque no los conozcamos en cifras oficiales, los padecemos brutalmente en el día a día, cuando no conseguimos alimentos, cuando no conseguimos medicinas, cuando no conseguimos artículos de limpieza y de higiene personal.  Por eso es por lo que muchas voces autorizadas en el país se han levantado afirmando sin ambages que en Venezuela estamos viviendo una crisis humanitaria de proporciones insospechadas.  Esto lo padecemos quienes sabemos que un salario mínimo en el país no da de sí para comer dignamente dos días a la semana.  El gobierno de Nicolás Maduro quiso disimular los impactos de la inflación a través de una regulación de precios bajo el eufemismo “precios justos”, cuando en realidad lo que tales controles crearon fue un mercado negro de proporciones gigantescas.  Lo que en condiciones normales puede costar 500 bolívares, por ejemplo, en este país puede costar 5.000 bolívares.  Esto en un país cuyo salario mínimo no llega a los 15.000 bolívares.
En Venezuela estamos pasando hambre.  Esto, desgraciadamente, lo padecemos la inmensa mayoría de los que vivimos en Venezuela.  Exceptuando la élite del gobierno y la de los ricos de siempre, en Venezuela todos estamos padeciendo los efectos de un hambre que puede llegar a convertirse en hambruna.  De esto dan fe las protestas y escaramuzas callejeras de gente que muestra su descontento con la situación.  Pero tan pronto como sucede una protesta por la escasez de alimentos o demandando el cambio político que una inmensa mayoría de venezolanos deseamos, aparecen los órganos represores del estado, en un despliegue desproporcionado de fuerzas.  Esto ha traído como consecuencia la existencia de más de cien presos políticos, de numerosos torturados y asesinados. Y todo esto amparados en la más absoluta impunidad.
La gran innovación del gobierno para paliar los efectos del hambre ha sido la creación de “los CLAP”.  Nadie sabe lo que significan esas siglas.  Lo que sí sabemos es que se trata de un sistema de repartición de comida en una bolsa que contiene algunos y solo algunos de los elementos que forman parte de la dieta del venezolano.  Pero la cantidad de alimentos que se distribuye está precedida de una minuciosa investigación sobre la persona “beneficiada”, en la que se pregunta hasta la opción  política. Por eso es por lo que este sistema ha sido denunciado por sectarismo.  Que esto sea así, no extraña a quienes hemos visto que el chavismo no considera humanos a sus opositores.  El difunto Hugo Chávez, tan pronto como percibía que alguien se oponía a él, aunque militara en sus filas, lo hacía merecedor de una andanada de insultos y epítetos cuya finalidad era la más completa deshumanización.  Suele ser normal entre los chavistas la afirmación “a los opositores, ni agua”. Ahora, con este nuevo sistema de distribución de alimentos, parece que el gobierno tiene poder para decir quién come y quién no.
Estas bolsas de alimentos son un mecanismo más de los muchos que han contribuido a sojuzgar al pueblo venezolano, especialmente al pueblo más pobre y vulnerable frente a la catastrófica situación que estamos viviendo.  Pero lo que nadie sabe es qué va a suceder cuando ya no haya alimentos para distribuir a través de este sistema.  No es difícil sospechar que los pocos productores privados que quedan en el país terminarán por ser asfixiados por las políticas del gobierno chavista.
El cerco informativo impuesto por el aparato comunicacional del chavismo solo ha dejado abierta la ventana de las redes sociales.  Desde las redes sociales logramos enterarnos de los casos concretos de gente que muere por falta de medicinas, de gente que muere de hambre o de gente que muere por los efectos represores del estado en el ámbito de las protestas o de los saqueos que se vienen dando en el país.  Hace poco nos horrorizamos por el asesinato de una mujer, víctima de perdigonazos en la cara.  Este, con seguridad, será uno de los crímenes que quedarán amparados por el manto de la impunidad. La violación sistemática de los Derechos Humanos es una de las características más dolorosas de la situación actual del país.
Junto a la inflación, la escasez y el hambre que originan las políticas económicas del gobierno y los altos índices de corrupción, nos encontramos ante un flagelo no menos alarmante: la inseguridad.  Venezuela ocupa uno de los primeros lugares en el récord de los países más violentos del mundo.  Pero como sucede en el caso de la inflación, hace mucho tiempo que en Venezuela no conocemos las cifras oficiales de los cadáveres que ingresan cada fin de semana en la morgue de Bello Monte, que recibe los cadáveres de los asesinados en Caracas.  Pero siempre es posible saber que solo en la morgue de Caracas ingresan cada fin de semana entre cuarenta y cincuenta cadáveres de gente asesinada por el hampa.  Las calles de Caracas y de las principales ciudades del país quedan desoladas apenas cae la noche.
No se trata solo de delincuencia común.  Se trata de crimen organizado constituido en bandas que someten, asesinan, secuestran y extorsionan.  Se trata bandas que poseen armas de guerra, armas largas y granadas.  Lo que no sabemos es cómo los delincuentes logran conseguir armas que se supone solo deben estar bajo el dominio de las fuerzas de seguridad del estado.   No hace mucho asesinaron a dos de los más connotados jefes de las peores bandas criminales del país: “El Picure” y “Lucifer”.  Pero todos sabemos que aunque estos peligrosos delincuentes fueron asesinados, las bandas organizadas seguirán bajo el mando de alguno de sus sucesores en la cadena de mano.   En el país ocurran masacres como la ocurrida en una zona minera, en la que fueron asesinadas 28 personas no constituye motivo de alarma para el gobierno.  Más aún, en la medida en que el gobierno puede negar situaciones como la ocurrida con los mineros del oriente del país, lo hace. En efecto, una de las primeras cosas que hizo el gobernador de la entidad donde ocurrió la masacre fue negar la existencia de esa masacre.
El gobierno, especialista en crear eufemismos en una suerte de “neolengua”, al mejor estilo de la novela 1984, de George Orwell, ha lanzado la “OLP”: “Operación Liberación del Pueblo”.  Se trata de un plan policial que ya ha sido denunciado por numerosas organizaciones de Derechos Humanos, por considerar que el combate de la delincuencia es el pretexto para asesinar indiscriminadamente, sin garantizar el más mínimo proceso de quien se considera sospechoso de estar incurso en algún delito.  Entre los cuerpos policiales y las organizaciones criminales, en ocasiones, se forman verdaderas batallas sin cuartel en las que normalmente siempre sale lesionada gente que nada tiene que ver con la situación.  Más aún, los cuerpos de seguridad del estado continuamente están siendo acusados de delitos como secuestro, robo, extorsión y narcotráfico.
La inflación, la escasez de alimentos y medicinas, así como la inseguridad, han contribuido a crear un clima de crispación social.  En los últimos meses se incrementaron los asesinatos por linchamiento.  La gente no cree en el sistema judicial.  La impunidad hizo posible que la gente ya no crea en el sistema de justicia y en las leyes.  La gente ha decidido tomarse la justicia por su propia mano cada vez sea posible.  De la misma manera, los saqueos a establecimientos comerciales, así como la frecuente destrucción de instalaciones de bienes y servicios.
¿Existe una salida a la situación que vive Venezuela?  Es lo que estamos deseando, aunque sabemos que una salida constitucional y pacífica es cada vez más difícil, tomando en cuenta que el gobierno está bloqueando todos los canales por los que se podría lograr una solución pacífica.  Así, el pasado 6 de diciembre la oposición obtuvo una mayoría abrumadora en el Parlamento.  Pero cinco meses después, la Asamblea Nacional, máxima entidad legislativa del país, no ha podido ejecutar una sola decisión, porque el Poder Ejecutivo las bloquea a través del Poder Judicial.  Una de las características de la ausencia de democracia en el país es que, exceptuando ahora el poder legislativo, todos los poderes del estado son controlados por el partido de gobierno.  Hace más de un mes se recogieron tres veces más de las firmas requeridas para activar un referéndum revocatorio para Nicolás Maduro.  El Consejo Nacional Electoral está haciendo todo lo posible por demorar el proceso, de manera que si tiene lugar un referéndum revocatorio, tendrá lugar el año que viene, lo cual significaría que, en caso de que saliera revocado Nicolás Maduro, el poder quedaría en manos del vicepresidente que él designara.  Habría, pues, un cambio de persona, pero no de modelo de gobierno.  Y hay que decirlo con toda claridad: es el modelo de gobierno chavista el que nos ha sumido en la presente tragedia.
El gobierno ha bloqueado todas las formas de diálogo que no le favorezcan.  La Conferencia Episcopal, a través de diversos comunicados, se ha situado críticamente frente al gobierno, sin que por ello se identifique con los planteamientos de la oposición.  La jerarquía eclesiástica en Venezuela está preocupada por la situación que vivimos los venezolanos, no por los intereses partidistas de los políticos en pugna.  No hace mucho el Papa Francisco escribió una carta a Nicolás Maduro.  No conocemos el contenido de esa carta.  Supimos que desde el Vaticano se ofrecieron los oficios  de Monseñor Paul Richard Gallagher como mediador de la crisis.  Pero extraoficialmente se conoció que esta mediación fue rechazada por el gobierno. De igual manera, el gobierno ha rechazado la mediación de importantes representantes de la política en el ámbito internacional.  No así la mediación del expresidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, favorable a los intereses del gobierno chavista en el proceso de diálogo.  En efecto, hace poco, José Luis Rodríguez Zapatero visitó a Leopoldo López, el preso político más famoso del país, condenado injustamente a catorce años de cárcel.  Poco después de esta sorpresiva visita de Rodríguez Zapatero, Leopoldo López declaró que no estaba dispuesto a negociar el referéndum revocatorio de Nicolás Maduro por su libertad.
Lo ideal es que haya una solución pacífica, a través del diálogo, a esta crisis.  Es lo que todos deseamos y por lo que todos apostamos.  Pero el diálogo y las negociaciones se hacen cada vez más difíciles en la medida en que el gobierno chavista no reconozca la necesidad de atenerse a las reglas del juego democrático, a los canales establecidos en la Constitución de Venezuela y al reconocimiento de la igualdad de sus opositores.  Mientras no se den estas condiciones y siga habiendo presos políticos y torturados, los cercos se irán cerrando mucho más. Lo peor de todo es que poco a poco la gente ha ido perdiendo la confianza en la democracia, en los efectos positivos de expresarse a través del voto y en las instituciones.  El chavismo ha convertido las instituciones democráticas en esperpentos que sirven a los fines de mantenerse en el poder a costa de lo que sea.
¿Qué estamos haciendo los dominicos en esta hora aciaga que vive el país?  Todos estamos profundamente afectados por la crisis, a todos nos alcanzan los efectos devastadores de la situación actual del país.  La formación de nuestros jóvenes en el período institucional de formación se nos hace cada vez más difícil no solo por los elevados costos de los bienes y servicios, sino por la dificultad que representa conseguir comida y medicinas.  La atención a los hermanos mayores también se nos hace difícil, considerando que algunos de ellos requieren tratamientos médicos especiales que no es posible observar aquí porque no se consiguen medicinas y tampoco insumos médicos.  Lo que estamos viviendo es una lucha por sobrevivir.  A pesar de esto, tanto los frailes como las hermanas estamos resistiendo ante esta realidad, al tiempo que intentamos sostener la esperanza de los venezolanos que se acercan a nosotros, que escuchan nuestra predicación.  Somos conscientes de que la situación es difícil hasta el punto de que puede llegar a convertirse en insoportable, pero los frailes y las hermanas nos mantenemos en nuestros puestos de misión.
Somos conscientes, además, de que en algún momento, como Iglesia, tendremos que soportar lo que podría ser la arremetida del gobierno.  El gobierno chavista es consciente de que la única institución que goza de plena credibilidad en el país es la Iglesia.  Y esto es así no solo porque Venezuela sigue siendo un pueblo mayoritariamente católico que quiere a su Iglesia, sino porque el pueblo es consciente de que es la Iglesia quien verdaderamente los acompaña en estas horas de angustia.  Es la Iglesia la que ha levantado su voz ante la crisis y en favor de los venezolanos.  Es la Iglesia la que ha denunciado los atropellos y las violaciones a los Derechos Humanos ocurridas en el país.  Por eso es por lo que no dudamos en que la Iglesia puede llegar a ser atacada.
Hoy mismo, al momento de escribir estas notas, he recibido un escrito que tiene por autor a unas supuestas “Hermanas del Sagrado Corazón”.  El escrito está titulado “La escasez en este maravilloso país no es producida por este gobierno” y, aunque publicado en “Periodista digital”, también está recogido en uno de los principales portales de divulgación del chavismo. Me comuniqué con la Conferencia Venezolana de Religiosos (CONVER) y la secretaria me manifestó que tales religiosas no están registradas en CONVER.  Ante un escrito de esta magnitud, de momento pensamos que se trata de un montaje que busca desacreditar a la vida religiosa, siempre comprometida con la causa de los más pobres.
Nosotros seguiremos resistiendo, confiando en el Señor y animados por la certeza de que él nunca nos abandona.
Caracas, a 8 de junio de 2016